¿Con qué emoción elijo comer hoy?

Que la alimentación de hoy en día no es la misma que la de generaciones pasadas es prácticamente una realidad.

En una sociedad donde el comer como acto social (rodeados de familia o amigos y conversaciones variadas) se está perdiendo por las maratonianas jornadas laborales que nos obligan a comer fuera de casa, el ir siempre a la carrera  y/o la colonización de las nuevas tecnologías como compañeros de mesa (así como la proliferación de la comida rápida en detrimento de la dieta mediterránea), la alimentación está dejando de ser real para convertirse en muchas ocasiones en una herramienta para gestionar otra serie de “cosas” que pasan en nuestro día a día: las emociones displacenteras.

comer emocional

A este tipo de hambre o forma de comer se le conoce como comer emocional o hambre emocional (frente al apetito real fruto de la necesidad de alimentarse para subsistir). A continuación detallamos las principales diferencias existentes entre ambas:

HAMBRE EMOCIONAL

Se dispara de repente. Se convierte en una urgencia.

Aparece un antojo específico. No hay negociación posible: sólo ese alimento podrá saciar el hambre emocional que estamos experimentando en ese momento.

Exige ser atendida EN ESE PRECISO INSTANTE.

Me dejará seguir comiendo, aun cuando estemos satisfechos. Podría asemejarse a un atracón.

Supone comer impulsado por una emoción, lo que en la mayoría de ocasiones conllevará sentimientos de culpabilidad asociados.

HAMBRE REAL

Nuestra sensación de hambre va apareciendo progresivamente, a medida que descienden las reservas energéticas de nuestro cuerpo.

El hambre real está abierta a cualquier alimento que pongamos en el plato.

Puede esperar un poco a ser saciada (el conocido agujero en el estómago).

Nuestro organismo es sabio, nos advierte que debemos parar de comer: aparece sensación de saciedad.

Comer por necesidad física no suele llevar asociada ninguna emoción (en todo caso satisfacción).

El sentimiento de estar gordo genera en muchas personas inseguridad y complejos que afectan al desarrollo saludable de las mismas, generando angustia y llegando incluso a derivar en trastornos de la conducta alimentaria, con repercusiones psíquicas importantes.

Sin embargo, cuando hablamos del comer emocional no nos estamos refiriendo a imagen corporal, ni tan siquiera debe equipararse al concepto de obesidad (aunque sí que puede conllevar aumentos considerables de peso) sino que se utiliza como estilo de afrontamiento pasivo ante una serie de emociones que están teniendo lugar en nosotros (ira, ansiedad, tristeza, miedo,…) y/o de situaciones desagradables.

6 DESENCADENANTES DEL COMER EMOCIONALMENTE

1.- Sirve para evitar emociones desagradables.

El hambre emocional trata de camuflar la ansiedad o la tristeza derivados de eventos estresantes del día a día como pueden ser una discusión con tu pareja o problemas en el trabajo. Mientras comes estás distraído y puedes encontrarlo incluso calmante; sin embargo, ese alivio sólo dura mientras estás masticando, luego es bastante probable que reaparezcan dichas emociones latentes sumado a sentimientos de culpabilidad por el atiborramiento.

2.- Es un modo de acabar con el aburrimiento.

Cuando experimentamos una soledad incómoda o un aburrimiento difícil de tolerar la comida puede parecer la respuesta. Comer nos da “algo que hacer” y así permanecer en nuestra zona de confort.

3.- Mantiene la falta de conciencia de la conducta.

En el momento en el que se pierden las sensaciones físicas de saciedad o no somos conscientes del alimento en sí (sabor, textura, …) comer se convierte en una forma de calmarse. A mayores de ser un hábito, necesario para sobrevivir, puede que lo estemos utilizando como acto repetitivo que nos adormece para no estar presentes en nuestra realidad.

4.- Calma la urgencia fruto de tener que demorar algo que nos gusta.

Está tu pastel de chocolate preferido en la cocina y en lugar de poder retrasar el meterle bocado tu mente lo quiere y lo quiere ahora, urgentemente. Extrapolándolo a otras situaciones el comer emocional también nos serviría para “hacer tiempo” mientras demoramos otros estímulos gratificantes.

5.- Es más frecuente cuando estamos cansados (“quemados” concretando más).

En situaciones de burnout en el trabajo es posible que no estemos agotados físicamente pero sí cansados de concentrarnos y centrar nuestros recursos en una tarea desagradable. La comida puede parecer la respuesta en esos casos.

6.- Ante bajos niveles de reforzamiento o fuentes de placer.

En estos casos puede que la comida sea la forma más fácil de generar una experiencia placentera o de premiarte cuando tienes motivos de celebración.

Alimentos capaces de producir más serotonina y dopamina (sobre todo) son inconscientemente más consumidos cuando comemos emocionalmente ya que estimulan nuestras vías del placer (el chocolate, por ejemplo, suele vivenciarse como una verdadera adicción).

¿PUEDE AYUDAR EL ABORDAJE PSICOLÓGICO?

Superar la alimentación emocional puede ser un desafío difícil y constante ya que la comida está en todas partes y tienta con inmediato placer y alivio. No se puede practicar la abstinencia total de los alimentos, no obstante sí que está ampliamente corroborado que este tipo de abordaje (frente a las dietas, por ejemplo) ayuda a que se dejen de utilizar como herramienta de afrontamiento ante el malestar psicológico.

Conocer el desencadenante del impulso de comer es un paso importante para superar la alimentación emocional: quizás no estés seguro de si estás físicamente hambriento o por el contrario es una “necesidad” ante un evento que te está generando malestar. Hasta que vuelvas a aprender las señales físicas del hambre, preguntas como ¿qué tipo de alimento te apetece, más proteínico o por el contrario carbohidratos o dulces? pueden ayudarte. Acepta que no es necesario biológicamente hablando satisfacer ese impulso y que por el contrario, aunque a corto plazo produzca alivio, posteriormente puede afectar emocionalmente.

Usa la atención plena para estar en el momento presente (ese en el que irías corriendo a asaltar el frigorífico) e intenta observar y describir lo que te está sucediendo. ¿Cuál es la razón de tu malestar? ¿Qué pensamientos y sentimientos/emociones anteceden a la conducta?

Finalmente, habremos de trabajar sobre las causas subyacentes. El aprendizaje de un estilo de afrontamiento activo más efectivo conllevará una mejoría significativa sobre el hambre emocional, disminuirá esa necesidad imperiosa de comer por comer.

Algunos de los abordajes psicoterapéuticos que pueden ayudar son:

  • Aprendizaje de técnicas que nos ayuden a controlar la ansiedad para que no se produzcan atracones.
  • Estabilizar, en caso necesario, el estado de ánimo (depresión, tristeza).
  • Desarrollar incremento de habilidades sociales para revertir casos de aislamiento social que nos llevan a comer impulsivamente.
  • Crear una lista de actividades variadas y agradables que hacer cuando se come por aburrimiento e intentar poner en práctica alguna de ellas antes de empezar a comer.
  • Desarrollar técnicas de resolución de problemas.
  • Favorecer el autocontrol y la demora de la gratificación: el tolerar las emociones puede combinarse con actividades que no sean compatibles con comer, como darse una ducha por ejemplo.
  • Aumentar la autoestima, el autoconcepto y las expectativas de autoeficacia y logro (sentir que eres capaz de no utilizar la comida como solución).
  • Manejo de la culpa y la vergüenza derivados de los episodios de atiborramiento.

Comer cuando no estás físicamente hambriento puede ser tan frustrante como dañino para tu salud. A parte de encontrarte hinchado y molesto, suele aparecer una serie de sentimientos asociados como ansiedad por no haberlo podido controlar a pesar de tu determinación de no volver a hacerlo, culpa, vergüenza y depresión. En estos casos no es tan importante eliminar dicha conducta o seguir estrictas dietas, sino dedicar tiempo a escanearte y así poder detectar las causas subyacentes (normalmente emociones displacenteras) para finalmente poner en marcha un estilo de afrontamiento efectivo que revierta dicho malestar original.

Escrito por Maite Nieto

Fuentes: Psych Central, Jiménez, L. (2018). El cerebro obeso: Las claves para combatir la obesidad están en el cerebro.

¿Cómo es sentirse vacío? y ¿qué se puede hacer?

Aunque es bastante habitual, como psicólogo, encontrarse personas que manifiestan sentirse vacías, es un concepto bastante difícil de definir. Precisamente, lo que lo hace difícil es la peculiaridad de que sea un “no-sentimiento”. Los seres humanos no estamos preparados para comprender la “nada” y por tanto, aunque sí se contempla como un síntoma en varios trastornos psicológicos, la definición es algo menos clara.

Aún así, desde la clínica sí se puede comprender y tratar este sentimiento tan negativo. Las personas que sienten algo similar, sin embargo, en muchas ocasiones lo arrastran como parte de su día a día sin plantearse siquiera que pueda cambiar. Habitualmente, el que este sentimiento sea algo que se conoce desde la psicología suele ser un alivio para las personas que lo están sintiendo.

¿De dónde procede?

Este sentimiento de vacío consiste en la incapacidad de experimentar emociones y en muchas ocasiones se manifiesta como embotamiento, angustia, como si algo faltara en tu vida. Se percibe como la desconexión de lo que está ocurriendo, de las relaciones personales y de las actividades cotidianas. En ocasiones, incluso a nivel físico parece que existe este vacío en el pecho, en el abdomen o en otras partes del cuerpo.

En términos generales, esta sensación proviene de que previamente, de un modo u otro hemos dejado de atendernos a nosotros mismos. Cuando el ser humano deja de atender a sus propias necesidades el cuerpo, de alguna manera, da lugar a manifestaciones que funcionan como una señal de alarma para cambiar lo que se hace día a día. Cuando las necesidades que se dejan de atender son las emocionales, surge este sentimiento de vacío. Esto puede ocurrir por una crianza en la que se han desatendido, invalidado o castigado las emociones. Además, cuando se produce la pérdida de alguien cercano o cuando se ha producido esta pérdida en el desarrollo, es posible que estos sentimientos aparezcan o se intensifiquen.

extraída de disqus.com
extraída de disqus.com

¿Qué se puede hacer?

Cuando sentimos este vacío, es de utilidad comenzar un proceso de terapia, ya que esta sensación puede generar otras conductas o pensamientos muy dañinos para la persona que lo experimenta.

Reconocer que lo sentimos

El primer abordaje de este sentimiento difícil de explicar es que efectivamente lo estamos sintiendo y tratar de que no sea juzgado negativamente. Permitirnos reconocer que lo estamos sintiendo posteriormente nos ayudará a lograr un mejor manejo de esta situación.

Enfadarnos con nosotros por sentirnos así, sentirnos culpables, ignorar este sentimiento o tratar de sustituirlo por otro sólo logrará que termine por agravarse y hacernos sentir aún peor.

Pasar tiempo con nosotros mismos

Cuando nos sentimos vacíos, es bastante probable comenzar a llenar este “hueco” interior con otras cosas; comprando objetos, consumiendo drogas, viendo televisión, jugando a videojuegos… De esta forma, sin embargo, no se logra el efecto deseado de llenar este vacío, mientras que sólo se logra que posteriormente se necesite cada vez más aumentar la necesidad de este tipo de cosas. Por otra parte, si pudiéramos invertir este tiempo y esfuerzo en nosotros mismos, en parar y escuchar lo que nos está pidiendo este sentimiento de vacío, la ganancia a largo plazo será menor, aunque en un inicio puede dar lugar a una sensación incómoda.

Explorar los sentimientos en el momento

Ya que este sentimiento de vacío tiene su origen en una desatención e invalidación de sentimientos, será necesario en un primer momento comenzar a explorar los propios sentimientos. Para ello se puede comenzar por parar en un momento dado, y preguntarte “¿qué estoy sintiendo ahora?” así, poner una etiqueta verbal emocional a lo que sentimos. Si esto resulta complicado, se puede hacer simplemente con alguna parte del cuerpo, preguntándonos qué sentimos en ella, temperatura, movimiento, tensión… Haciendo esto con cierta regularidad puede ayudarnos a aumentar el tiempo y la profundidad de esta exploración de nosotros mismos.

Explorar los sentimientos de vacío

Posiblemente esta parte se haga más complicada, pero se puede lograr a través de preguntas como:

  • ¿estoy realizando comportamientos o consumiendo cosas para evitar escuchar mis sentimientos?
  • ¿me siento culpable por cosas que están fuera de mi control?
  • ¿atiendo a mis necesidades físicas y de salud?
  • ¿me muestro compasión a mi mismo/a al igual que haría con un familiar cercano?
  • ¿estoy considerando mis sentimientos en las relaciones interpersonales?
  • ¿me digo cosas positivas?

Darte crédito

El hecho de sentirse vacío puede ser muy difícil de manejar, y lo más recomendable en este caso es tratar de mejorar con psicoterapia. Además, puede dar lugar a pensamientos referentes a que no hay esperanza, que no hay nada que hacer o que no merece la pena, sin embargo, es importante que tengamos en cuenta que sentirse así es parte de la solución que de modo inconsciente se puso en el momento de la vida en que efectivamente no había nada que hacer. Sin embargo, en este momento de tu vida sí es posible abordar este sentimiento de nuevo y cambiar la sensación tan negativa que nos está produciendo. No sólo eso, sino que a pesar de que sientas que no es así, mereces que cambie. Y mereces sentirte mejor.

Fuentes psychcentral.com, goodtherapy.org

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

6 ideas equivocadas sobre la psicoterapia

El trabajo de psicólogo hace que nos encontremos diariamente con personas que pasan por una etapa muy complicada de sus vidas. Cuando alguien decide iniciar un proceso psicoterapéutico, llega a la consulta con muchas ideas sobre cómo será, en muchos casos ideas muy acertadas, aunque otras veces las ideas que podemos llevar a la consulta del psicólogo se alejan mucho de lo que después es el proceso de la terapia. Hoy enumeramos aquí algunas de estas ideas que pueden surgir cuando pensamos en ir al psicólogo.

extraído de www.psyciencia.com
extraído de www.psyciencia.com

1. La psicoterapia me hará feliz. El proceso terapeútico no proporciona necesariamente felicidad. Ésta es un estado más complejo y generalmente de una duración no muy larga. Cuando vamos al psicólogo, lo que se hace es trabajar sobre nuestros pensamientos, emociones y acciones para que nos ajustemos lo mejor posible a las diferentes situaciones y contextos vitales. En esta idea no necesariamente está el ser feliz, sino el adaptarse lo mejor posible a lo que nos ocurre.

2. El psicólogo tiene que cambiar a mi “marido, amigo, hijo…”. Muchas de las personas que vienen a terapia vienen porque alguien cercano les ha dicho que deben venir para cambiar. Es importante desmentir esa idea por varios motivos. Si la persona que viene a terapia no está convencida de que hay algo que va mal en su vida, no tiene sentido tratar de hacer un trabajo porque otro le dice que debe hacerlo. Por otra parte, además, cuando se hace terapia, no se cambia como uno es, sino que siendo tal y como somos, la terapia nos ayuda a encontrarnos bien emocionalmente.

3. Quiero mejorar en una sesión. Actualmente estamos muy habituados a encontrar rápidamente cualquier información, a la comida rápida, a movernos por el mundo en cuestión de unas horas… Es posible que esto sea lo que produce en nosotros la necesidad de aliviar el sufrimiento de una forma instantánea, sin embargo, cuando hablamos de psicoterapia en una sola sesión es imposible que logremos la mejora necesaria, y aún menos el alivio instantáneo del sufrimiento. Esto es así porque la terapia implica un aprendizaje y una labor de autodescubrimiento que no se puede hacer en un día. Del mismo modo que no esperamos hacer otros aprendizajes (por ejemplo, un idioma, dibujar, cocinar,…) de un día para otro, no es recomendable desear lo mismo de la psicoterapia.

4. Me debería sentir mejor después de cada sesión. Muy relacionado con lo anterior, en ocasiones creemos que cuando vamos al psicólogo nos sentiremos siempre mejor al salir de las sesiones, sin embargo, en muchas ocasiones no es así. Explorar las partes de nosotros que nos causan sufrimiento habitualmente produce más dolor que tranquilidad aunque es un proceso que casi siempre es indispensable para que pueda haber mejoría.

5. Me dirá lo que tengo que hacer. Suele ser una de las ideas que las personas que acuden al psicólogo se corrigen a sí mismas. Aunque a veces desearíamos que otra persona (como el psicólogo) nos dijera lo que debemos hacer, eso sería peor para nosotros. Lo ideal para sentirnos mejor con nuestra forma de estar en el mundo es que seamos responsables de nuestras acciones. En psicoterapia, lo que se hace es guiar a cada persona para que encuentre sus propias respuestas a qué debe hacer.

6. Me llevo muy bien con mi psicólogo. Es genial que como persona que acude al psicólogo, se sienta que te llevas muy bien con él o ella, pero en realidad, no es lo más recomendable. Aunque el trabajo del psicólogo es que se establezca esta relación, también es importante que se establezcan los límites adecuados, de forma que la relación se mantenga en este nivel. En realidad, no se puede decir que “conozcas” a tu psicólogo, y en esta relación existe una jerarquía muy clara mientras que en las relaciones de amistad, lo mejor que podemos hacer es que éstas sean igualitarias.

Estas ideas muchas veces son inevitables, pero es bastante útil que sepamos que son equivocadas respecto al proceso de psicoterapia, ya que de este modo podremos llegar a conocer mejor el funcionamiento de la terapia y así lograr un mayor bienestar o un alivio del sufrimiento.

Fuente; psychcentral.com

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

La psicoterapia cambia el cerebro con ansiedad

Todo lo que hacemos en nuestro día a día cambia nuestro cerebro. Hoy día frecuentemente leemos titulares sobre que hacer una determinada actividad puede producir cambios a nivel biológico en nuestro cerebro. Este tipo de titulares son noticia precisamente porque culturalmente aún distinguimos entre lo biológico y lo ambiental como si no se tuvieran relación.

Usamos psicofármacos para que el equilibrio de las sustancias cerebrales se restablezca y nos encontremos mejor mientras que cambiamos nuestras acciones para encontrarnos mejor mentalmente. Sin embargo, la ciencia y estos titulares cada vez más nos llevan a la idea de que esta diferencia no existe como tal. Tanto las sustancias como las acciones (ya sean acciones sobre el mundo o “acciones” mentales) cambian cómo nos encontramos emocionalmente y además las dos cambian nuestro cerebro.

Ya comentamos cómo la psicoterapia puede restablecer el cerebro afectado por la depresión, pero también existen diferentes aportes desde la ciencia que nos hablan de cómo el tratamiento psicológico puede cambiar la función cerebral cuando tenemos ansiedad.

La ansiedad en el cerebro

Desde largo tiempo se han estudiado y estructurado los circuitos cerebrales implicados en los mecanismos de ansiedad en el ser humano. En personas con ansiedad, por una parte, encontraremos una amígdala hipersensible. La amígdala es una estructura cerebral encargada de procesar los eventos que pueden producir miedo, y puede dispararse ante estímulos que objetivamente no son amenazantes cuando sufrimos un trastorno de ansiedad. Por otra parte, la ínsula se encontrará hiperactiva. Esta estructura, entre otras funciones, está implicada en la percepción del propio cuerpo y las señales corporales. Así, cuando tenemos ansiedad, la ínsula hiperactiva implicará que las señales de nuestro cuerpo se ven intensificadas y somos más autoreferenciales.

extraída de medicaldaily.com
extraída de medicaldaily.com

Por último, hay otra estructura implicada en el procesamiento del miedo en personas con ansiedad. Este es el hipocampo. De él se ha observado que la activación ante el estímulo ansiógeno en concreto, la activación es extremadamente baja, y generalmente se propone que al ocurrir este tipo de alteración se hace más complicado extinguir la asociación del estímulo a un miedo excesivo en personas con ansiedad.

Junto con estas estructuras subcorticales alteradas, se ha podido comprobar también que, en personas que sufren un trastorno de ansiedad, la corteza prefrontal se encuentra poco activada en comparación con las personas que no sufren estos trastornos. Respecto de esto, de ha planteado la hipótesis de que en condiciones “normales” esta estructura cerebral se encargue de regular la intensidad, duración y frecuencia de las emociones sentidas, de modo que sería de alguna manera como el cuadro de mandos emocional.

Estos conocimientos de cómo puede funcionar un cerebro afectado por algún trastorno de ansiedad, además nos ofrecen un punto de vista conjunto, habitualmente, hemos tendido a ver las peculiaridades de cada trastorno diferente. Sin embargo, en términos generales podemos concluir que ocurren dos cosas fundamentales; por una parte, el cerebro más primitivo y algunas de sus estructuras básicas se encuentran hiperactivadas ante el estímulo que nos produce ansiedad.

Además, de forma complementaria, las áreas más corticales, especialmente del lóbulo frontal, se encontrarán demasiado poco activadas. De este modo, se podría decir que cuando padecemos algún trastorno de ansiedad, el cerebro que da la alarma salta demasiado fácilmente, mientras que el tendría que apagarla o mirar a ver si realmente hay un incendio está, a grandes rasgos, echando una siesta.

Como la psicoterapia cambia el cerebro con ansiedad

Una vez conocidos estos factores comunes en varios trastornos de ansiedad; la ansiedad generalizada, la fobia social, el trastorno de pánico o el trastorno de estrés post traumático, el siguiente paso consiste en conocer cómo la psicoterapia puede beneficiar sobre estas alteraciones a nivel cerebral.

En general, cuando hablamos sobre los trastornos de ansiedad, precisamente lo que se ha observado que hace la psicoterapia cognitivo conductual es nivelar de nuevo los sistemas de los que hablamos anteriormente. Por una parte, se reduce la activación de estructuras más antiguas, o subcorticales. Además, se ha observado que la psicoterapia también produce una mayor activación de las áreas del cerebro más modernas filogenéticamente hablando, las áreas corticales, especialmente las prefrontales, de modo que será más sencillo regular estas emociones.

Claro que cualquier persona que haya pasado por un proceso terapéutico sabe que ha podido aprender a gestionar de otro modo sus emociones y que han dejado de ser tan intensas e inmanejables. Por supuesto que nuestro cerebro refleja lo mismo. A veces es interesante y reconfortante darnos cuenta de que cerebro y mente no existen como dos cosas diferentes, que los cambios los hacemos a todos los niveles y por supuesto, nos hacen sentirnos mejor.

Fuente ncbi.nlm.nih.gov/

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

ResearchBlogging.org

Brooks SJ, & Stein DJ (2015). A systematic review of the neural bases of psychotherapy for anxiety and related disorders. Dialogues in clinical neuroscience, 17 (3), 261-79 PMID: 26487807

Grandes mitos de la psicoterapia

Alrededor del trabajo del psicólogo hay un gran número de mitos y aún más sobre lo que se hace en un proceso de psicoterapia. Probablemente la presencia de estos mitos en la mente de una persona en ocasiones consiguen que desista de acudir a terapia pese a creer que ir al psicólogo puede hacerles bien. Aquí repasamos algunos de estos mitos:

extraída de www.amiralodhi.com
extraída de www.amiralodhi.com
  1. Sólo pagas por que te escuchen.

Por supuesto que el psicólogo necesita escuchar lo que tienes que decir, pero sólo con eso no es suficiente para que aparezca una mejora. En primer lugar, el psicólogo es un experto en escuchar. Aunque en el mito número 3 veremos que en el proceso terapéutico no sólo se habla, es bueno considerar lo que el psicólogo hace cuando te escucha. Parte del trabajo de un psicólogo es saber cómo escuchar y llevar a la persona que allí acude a sentirse escuchada de una forma correcta para así poder realizar lo mejor posible el proceso de terapia. El psicólogo en gran parte escucha, pero ha aprendido a escuchar de una forma que poca gente hace, ni siquiera él mismo cuando no está trabajando.

Es un factor muy importante que sepa escuchar y además que lo que tengas que contar se relacione específicamente con lo que puede causar tus problemas. Aún así, hace muchas más cosas, te propone actividades o te hace reflexionar sobre la forma en que te concibes.

  1. La terapia es sólo para gente en crisis.

Es cierto que la mayoría de personas que acuden al psicólogo pueden identificar un detonante claro que la ha llevado hasta allí. Sin embargo, la psicoterapia no sólo trata de gestionar ese momento de crisis sino que también incluye aprendizajes nuevos para gestionar de otro modo las respuestas que se dan a situaciones que puedan resultar complicadas, un mejor conocimiento de nuestro mundo emocional y de la forma en la que pensamos. Lo que se trata finalmente yendo al psicólogo es mucho más amplio que la gestión del momento de crisis.

  1. En el psicólogo sólo hay que hablar.

Esta creencia suele estar muy extendida, y es cierto que la principal herramienta de trabajo de los psicólogos es el habla, lo que se hace a través de ello son muchas más cosas. Una gran parte del trabajo realizado en psicoterapia tiene que ver con aprender otras formas de actuar y de pensar sobre uno mismo. El cambio más potente llega a través de la acción que la persona que acude al psicólogo acaba haciendo tras las variaciones producidas en un principio por, ciertamente, el hablar.

  1. Si vas a terapia es porque hay algo malo en ti.

Las personas que comienzan un proceso de psicoterapia muchas veces piensan esto de sí mismos debido al gran malestar por el que están pasando. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, las personas que piden ayuda a un psicólogo simplemente tienen ciertos retos que surgen en sus vidas y aspiran a afrontarlos con un propósito de mejora en lugar de a través de repetir los hábitos que les han resultado dañinos en otras ocasiones.

  1. El psicólogo te va a arreglar.

Este mito está casi tan extendido como los demás, aunque afortunadamente suele ser más fácil de desmentir, porque generalmente se plantea esto directamente al psicólogo con el que estamos tratando. El origen de esto probablemente se encuentra en el modelo de salud y enfermedad en el que el profesional le dice a la persona afectada lo que tiene que hacer para dejar de estar enfermo. Sin embargo, en la psicoterapia el proceso es algo diferente. El psicólogo proporcionará su perspectiva, sugerencias y herramientas, pero posteriormente será la persona que acude a terapia la que realiza las acciones que le llevan a los cambios hacia su bienestar.

Al final, un proceso terapéutico es un trabajo conjunto entre el psicólogo y el paciente y de los dos, el que siempre tendrá más conocimientos sobre las peculiaridades del problema a tratar será la persona que lo sufre.

Hemos querido desmentir algunos de los mitos respecto a ir al psicólogo puesto que los que hemos mencionado aquí pueden ser especialmente dañinos, tanto para las personas que están en este tipo de proceso como a aquellas que necesitan y quieren comenzarlo.

 

Fuente: Psychcentral.com

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

La psicoterapia restablece el cerebro afectado por la depresión.

cerebro deprimidoComo es conocido, la depresión es un fenómeno complejo y devastador. La investigación científica invierte muchos medios en comprenderla así como en tratarla. Este mes, la revista Nature trata este tema en profundidad. Los abordajes terapéuticos para la depresión suele ser en primer lugar un tratamiento farmacológico, posteriormente uno psicológico, o bien ambos en combinación.

Los ensayos clínicos muestran que sólo con la intervención farmacológica se alcanza un 22-40% de restablecimiento de las personas que sufren depresión. Con psicoterapia, sin embargo, aunque nos queda un camino largo hasta alcanzar un alivio en la mayoría de los pacientes, en el meta-análisis publicado este año se encuentra que entre un 42 y un 66% de los pacientes dejan de mostrar síntomas depresivos tras la terapia.

¿Cómo actúa la psicoterapia en los casos de depresión?

La psicoterapia cognitiva toma la premisa de que una persona que padece depresión tendrá una forma de ver el mundo y a sí mismo poco ajustada, así como excesivamente negativa. En caso de que estos patrones de pensamiento lleguen a ser algo menos negativos, será probable que la depresión desaparezca. Basándose en esto, se ha tratado de comprender cómo los pensamientos negativos varían durante el proceso terapéutico.

Los terapeutas conocen bien que durante un proceso de este tipo, en ocasiones se producen saltos repentinos de mejora. La persona que está en terapia mejora de repente mucho más entre dos sesiones. Cuando se graban en vídeo las sesiones de terapia, se observa que en esos saltos la persona comienza a mostrar un pensamiento menos tajante y no tan negativo. En este mismo momento, los síntomas depresivos parecen aliviarse. Este patrón estaría indicando que, efectivamente, el cambio en la forma de pensar será un factor clave para la recuperación.

¿Qué cambios se dan en el cerebro de las personas que están en tratamiento para la depresión?

La investigación no sólo se basa en los factores que hacen que una persona se recupere, sino que también trata de analizar los cambios que se producen biológicamente en este proceso de cambio. De esta forma se ha podido observar que el cerebro de las personas que sufren depresión tiene dos características clave que lo diferencian de otra persona que no la padece. En concreto, se sabe que aparece un patrón de activación excesivo en la amígdala y en el sistema límbico, junto con un patrón de baja actividad en la corteza prefrontal.

La psicoterapia estaría haciendo énfasis en la reactivación de la corteza prefrontal, mejorándola con la intervención sobre el patrón de pensamiento. Esto será además útil para disminuir la hiperactivación en la amígdala. De hecho, se ha podido constatar mediante herramientas de neuroimagen que tras un proceso terapéutico de 14 semanas el patrón de activación se asemeja al de una persona que no padece depresión.

¿Se puede predecir quién se beneficiará del tratamiento?

Este tipo de investigación se encuentra en un punto bastante prematuro, puesto que, como ya hemos comentado, la depresión es un fenómeno altamente complejo y aunque cada vez sabemos más, aún no podemos comprender plenamente sus causas, o los factores que hacen que una persona se recupere. Actualmente, se trata de predecir si una persona obtendrá beneficios de diferentes tratamientos, incluyendo en estos la psicoterapia, de forma que no se lleven a cabo intervenciones ineficaces.

A este respecto, se ha encontrado una forma sorprendente de medir la activación cerebral, sin el uso de las modernas técnicas de neuroimagen, sino con un procedimiento mucho más sencillo: mediante la reacción de las pupilas oculares. Se encontró que entre las personas que padecen depresión hay un grupo en el que al presentar palabras de contenido emocional negativo, la reacción pupilar era escasa. Este grupo de personas tendrá una menor activación del córtex prefrontal y a su vez más probabilidades de que la terapia cognitivo conductual les beneficie.

La depresión, como cualquier otra circunstancia vital, cambia nuestro cerebro. Es un trastorno devastador, muy dañino tanto para la persona que lo padece como para su familia e incluso para el conjunto de la sociedad. Lo que demuestran sin embargo estos estudios es que las variaciones cerebrales pueden volver a su estado natural, así como el patrón de pensamiento convertirse en menos dañino. La intervención de la psicoterapia puede hacernos personas más adaptadas, más felices y puede, sobretodo, luchar contra algunos trastornos que paralizan nuestra vida.

Fuente: nature.com

ResearchBlogging.orgAdler, A., Strunk, D., & Fazio, R. (2014). What Changes in Cognitive Therapy for Depression? An Examination of Cognitive Therapy Skills and Maladaptive Beliefs Behavior Therapy DOI: 10.1016/j.beth.2014.09.001

Anthes, E. (2014). Depression: A change of mind Nature, 515 (7526), 185-187 DOI: 10.1038/515185a

Escrito por Lara Pacheco Cuevas