Mi Querido Amigo Invisible

El juego en la infancia ha ido perdiendo su consideración exclusivamente lúdica para establecerse como una actividad indispensable y preparatoria de multitud de las funciones cognitivas que utilizaremos posteriormente. Tanto es así que las propias variaciones que observamos en el juego constituyen un buen indicador del desarrollo cognitivo del niño; pasando de juegos basados en la imitación de los otros o de roles sociales a juegos mucho más elaborados, sin implicar a los otros y generando mundos propios e idiosincrásicos, definiéndose como prolongaciones de los juegos simbólicos en los que han estado implicados.

Uno de los que más atención ha obtenido por parte  de los investigadores por su curiosa presentación y que hace no mucho era considerado una posible falla en el desarrollo (por falta de destrezas sociales, signos de retraso o presencia de sintomatología psicológica) es el juego con un compañero imaginario, comúnmente definido como amigo invisible. Por ello, han sido varios los estudios que han resaltado los beneficios manifiestos de dicho juego; entre ellos; una mejor aplicación de las destrezas sociales o un desarrollo cognitivo más completo. Destaca entre ellos la investigación realizada por Gabriel Trionfi y Elaine Reese; que propusieron hace unos años como la presencia de amigos invisibles en la infancia estaba relacionado con unas mejores capacidades narrativas, tendiendo grandes implicaciones para el éxito en el contexto escolar y la adquisición de la capacidad lectora.

Con una muestra compuesta por 48 niños de 5 años y medio (la mitad niños, la otra mitad niñas), comprobaron si la presencia de amigos invisibles tenían estos beneficios manifiestos. La prueba consistía en la lectura a los niños de una historia relacionada con “El día del Padre”, una prueba de test para evaluar la capacidad de comprensión de textos de los niños; y una tercera prueba en la que el niño contaba a una marioneta la historia que había oído anteriormente (“El día del Padre”) y otra prueba en la que contaban a sus madres un evento significativo ocurrido en el último año; evaluando en estas narraciones la capacidad narrativa y de estructuración de historias, los detalles o el nivel de vocabulario. Con un total de 23 niños de los 48 incluidos con amigos imaginarios, los resultados mostraron como  los niños con amigos invisibles relataban historias cualitativamente más ricas y complejas que sus compañeros sin amigos no reales; facilitando más datos,  generando ficción dialogada y extrayendo más relaciones de tiempo y espacio en el relato de las historias con respecto a sus compañeros no imaginativos.

Para los autores, las conclusiones que podían sacarse de estos resultados conectaban fuertemente con la capacidad cognitiva de los niños. Así, estos resultados podrían suponer un sistema cognitivo mucho más complejo y rico para los niños con amigos invisibles, al descontextualizar el objeto del juego a un contexto imaginado y sin referencia real, y que implica, consecuentemente, una mayor capacidad de abstracción y conceptualización. Es más, compartir estos personajes y mundos imaginados con su entorno y adultos más cercanos (como padres y profesores) podría suponer una oportunidad para el desarrollo y enriquecimiento de las habilidades cognitivas (como la Teoría de la mente), con lo que los autores concluyen el estudio incentivando al entorno del niño a hacer florecer y preguntar sobre ello.

Con algunas limitaciones dadas por la propia metodología de recogida de información de los niños, así como el reporte de algunas curiosidades (la mayoría de niños en el estudio con amigos invisibles eran hijos primogénitos, el sexo de estos amigos invisibles era mayoritariamente masculino, incluso en el caso de las niñas), lo que si nos queda claro es lo rico y variado que supone el juego del niño, y lo importante que es no censurar sus manifestaciones, sino fomentarlo, compartirlo y adentrarse de lleno en él.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente consultada: Research Digest.

ResearchBlogging.org
Trionfi G, & Reese E (2009). A good story: children with imaginary companions create richer narratives Child development, 80 (4), 1301-13 DOI: 10.1111/j.1467-8624.2009.01333.x