¿Es la Sexualidad Infantil un Tema Tabú en Nuestra Sociedad?


Imagen extraída de www.crianzaautorregulada.com

Se ha evidenciado que la etapa por excelencia donde prototípicamente la población espera la eclosión de la sexualidad es la adolescencia. Fuera de ésta (y de la vida adulta) conlleva un mayor esfuerzo imaginarse cómo se desarrolla la vida sexual de los seres humanos, surge el tabú: no se habla de ello, no se sabe cómo educar o reaccionar al respecto, alarma en los casos más extremos… ¿eso significaría que no existe/no hay sexualidad antes ni después? La respuesta es un rotundo NO: la sexualidad es una capacidad humana innata, biológicamente preprogramada que se va desarrollando y sufriendo cambios (ni ganancias ni pérdidas) a lo largo del ciclo vital completo, es decir, desde que nacemos hasta que morimos. O lo que es lo mismo: existe sexualidad en la infancia, juventud, adultez y tercera y cuarta edad.

En el post de hoy nos encargaremos de dar a conocer datos verídicos y pautas sobre cómo abordar la sexualidad en la que posiblemente sea la etapa vital donde más tabú es en gran parte de los hogares: la infancia.

Los progenitores esperan “la revolución sexual” aunada al cóctel hormonal de la adolescencia y no es descabellado que aparezca la sorpresa cuando mezclamos en la misma frase infancia, sexualidad y genitales, sobre todo si son conductas que desconciertan y se anticipa que no se sabrá reaccionar adecuadamente ante ellas.

Unas píldoras psicoeducativas sobre la sexualidad en la infancia

Primero de todo, el objetivo prioritario de este blog será desmitificar la sexualidad infantil teniendo información asequible y veraz al respecto.

Para ello una máxima a tener en cuenta será la diferenciación entre el disfrute de sensaciones placenteras que aparece en la infancia versus el sentido erótico que tiene la sexualidad tal y como la viven los adultos. Será importante salir de esa posición subjetiva y adultocéntrica para conocer la sexualidad de la manera en que la experimentan los peques.

Ya cuando nacen toda su anatomía fisiológica está definida. Los genitales y pecho principalmente se consideran zonas erógenas por la infinidad de terminaciones nerviosas que existen en ellas; son zonas donde se hace evidente la importancia del tacto, ya que erógeno no significa otra cosa que que causa excitación, que aporta sensaciones agradables, que da “gustirrinín”.

Es entre los 0 y 3 años cuando se descubre la capacidad de aportar placer de esas zonas corporales y, por tanto, la consecuencia previsible será que aparezcan conductas de autoestimulación: tocarse, balancearse en una silla, frotarse con una almohada/cojín o incluso cuando llevan pañal tirarse de culo repetidamente por el golpecito amortiguado que sienten. La experiencia infantil fruto de ello será sentir (de sensaciones, no de sentimientos) algo parecido a relajación, agradabilidad, o incluso algunos niños lo definen como “cosquillas”. Es decir, empiezan a poder discernir entre situaciones agradables y desagradables (y ese fenómeno no sólo provendrá del ámbito de la sexualidad, sino que hay muchas más fuentes generadoras de dichas sensaciones al mismo nivel: jugar, la compañía de personas que les quieren, estar con el chupete si usan, etc).

Junto a lo anterior, otro dato que explica las conductas de autoestimulación es la aparición del final de la etapa sensoriomotora (a los 2 años aproximadamente), caracterizada por la realización de experimentos conductuales. La curiosidad, la exploración, el observarlo todo y descrubirlo son los ingredientes clave de la infancia; mediante ellos los niños aprenden a repetir aquellas situaciones que les reportan un resultado favorable, como serían en este caso los tocamientos y las sensaciones agradables que éstos provocan.

Asimismo, en esta franja de edad también aparece el descubrimiento del propio cuerpo. Coincidiendo con la retirada del pañal (frente al camuflaje de los genitales con éste) los peques de repente encuentran que hay algo “ahí abajo”, además, algo que no conocían y que si tocan les resulta agradable. Suelen verse normalizados con mayor frecuencia los tocamientos de los niños, justificándose en parte porque se entiende también que el pene está “más a mano” y la vulva más escondida; sin embargo, no olvidemos que esa visión está tácitamente basada en roles y prejuicios socialmente aprendidos (las silenciadas sexualidad y masturbación femenina), mientras que los datos demuestran que el objetivo o finalidad, la naturaleza y las sensaciones experimentadas son las mismas sean genitales masculinos o femeninos, es decir, lo haga un niño o una niña.

Por contra, como en la variabilidad está la clave, otros niños puede que hagan el mismo caso a los genitales que a cualquier otra parte del cuerpo, sin diferenciación alguna por suponer mayor placer.

Cuando alcanzan los 3 años, y hasta los 6 años aproximadamente, aparece el interés por el cuerpo de otros. Los pequeños empezarán a identificar que existen diferencias entre la fisionomía de los distintos sexos. Unido a la curiosidad y deseo de saber (también popularizada como “etapa del por qué”) es común que realicen muchas preguntas que a veces pueden suponer un “¡tierra trágame!” para los padres. Tal y como sugiere la experta en sexología Arancha Gómez en su sección para el blog de Malasmadres, la herramienta fundamental en esas situaciones será primero de todo esclarecer los objetivos que se tienen a la hora de educar sexualmente, de más generales a más específicos; desde Cenit Psicólogos le añadimos el ir resolviendo esas dudas adaptando la información y el lenguaje a la edad evolutiva del niño, además de el principio fundamental de nunca mentirles.

Se establece el cuerpo como fuente de placer por lo que la masturbación es una conducta natural (también la presencia de pequeñas erecciones), siendo incluso previsibles otras conductas fruto de la imitación de lo que observan a su alrededor (adultos, animales, medios de comunicación,…).

¿Cómo deberían reaccionar los padres ante hijos que se tocan o masturban?

Más allá de tener la información adecuada, las siguientes pautas también serán de gran ayuda a esos progenitores que no saben cómo actuar ante la sorprendente realidad de que sus pequeños también tienen capacidad de disfrute sexual (adaptada a su edad evolutiva):

  • No demonizar los tocamientos con teorías conservadoras propias de ciertas religiones (“si te tocas irás al infierno”).
  • No dar falsas explicaciones fatalistas (¡y nada reales!) sobre cuáles podrían ser las consecuencias de seguir llevando a cabo dichas conductas. Por ejemplo, “si te tocas se te va a caer la cola”.
  • Reconducir dichas conductas a contextos adecuados o socialmente adaptados: dado que las “normas sociales” (por la capacidad de comprensión que exigen) son difíciles de interiorizar a tan corta edad habrá que expresarles de manera sencilla, sin alarmismos y para que ellos puedan entenderlo bien, que son comportamientos íntimos y que para ello lo ideal es que puedan hacerlo en su cuarto, en el baño, en casa, etc no en el cole, en el parque o cuando hay visitas en casa.

Como interiorizar conceptos del tipo pudor o intimidad podría hacerse cuesta arriba (sobre todo mientras más pequeño sea el menor) un modo de ir introduciendo dicha norma social podría ser intentar enseñarles la diferenciación entre contextos “públicos” y “privados”.

  • No castigar, de lo contrario los peques aprenderán que esas zonas del cuerpo y/o comportamientos son prohibidos o  disgustan a sus padres, por lo que puede que le cojan miedo y no lo vuelvan a repetir (resultado que iría en contra de que el menor se conozca y acepte como es para que en futuras etapas pueda disfrutar de manera satisfactoria del erotismo, es decir, iría en detrimento de un adecuado desarrollo psicosexual) o… que directamente lo repitan pero cuando no estén los progenitores delante, es decir, se escondan.
  • Perseguir tasas bajas si nos preocupa que la frecuencia (elevada) pueda provocar daños en sus genitales, ya sea a nivel cutáneo o por infecciones (si tienen las manitas sucias y así, para lo que además se necesitará el desarrollo de unas medidas de higiene determinadas).
  • Identificar si un repunte de su frecuencia se puede estar debiendo a otras causas: estresores de la vida diaria, problemas emocionales, hipersexualización aprendida mediante observación del entorno, etc.
  • Conocer el desarrollo evolutivo de su sexualidad y poder detectar comportamientos no propios del estadío en el que se encuentran; posiblemente puedan deberse a lo mencionado en el punto anterior, o en el peor de los casos a estar vivenciando situaciones directas o indirectas de tocamientos y/o abuso sexual por parte de adultos u otros menores.
  • Dotar por ello de una educación sexual adaptada a la edad evolutiva (y lenguaje) del niño o niña como modo de prevención primaria de abusos sexuales: será muy importante que durante la infancia aprendan a reconocer las conductas de abuso y violencia (y las emociones derivadas de ello, como serían la vergüenza, la culpa, el dolor…) para que si alguien a lo largo de su vida quebranta su integridad física o emocional o invade su intimidad sepan y puedan identificarlo a tiempo, poner límites y evitar la situación de peligro acudiendo a cuidadores/progenitores o alguna otra persona de confianza.

Asimismo, dicha psicoeducación será la base afectivo-sexual sobre la que se irán asentando las fases futuras de su desarrollo y relaciones interpersonales, por lo que como las demás capacidades humanas necesitará del desarrollo paso a paso y a lo largo del tiempo teniendo como base del aprendizaje madurativo el afecto y respeto por parte de las figuras de apego/educativas.

  • Y por último, para que la mencionada educación sexual sea de calidad como progenitores habrá que intentar no proyectar miedos, inseguridades o ideas preconcebidas propios sobre el sexo al menor. La base más-menos segura sobre la que se asiente su sexualidad influirá en cómo éste viva o experimente su vida sexual en un futuro.

En definitiva, ¡encontrar a los pequeños “con las manos en la masa” es tan natural como la vida misma!. Está claro  que no deben ser conductas juzgadas como negativas entonces, a los pequeños también les apetece recibir estimulación placentera. Y es aquí donde me gustaría destacar una frase anecdótica del que fue uno de mis mejores profesores en la Universidad de Salamanca, Félix López, experto en sexualidad e infancia: “Cuando lo repiten tres veces ya no es casualidad, lo hacen porque les gusta”.

Lo diferenciador será la reacción que como adultos tengamos ante tal sorpresa, abogando siempre por la normalización con permisibilidad y la educación de calidad desde el contexto del hogar. No obstante, puede haber casos en los que se crea que no se tienen los recursos suficientes para afrontarlo como padres/madres o que la frecuencia, modo o circunstancialidad de las conductas de autoestimulación de los pequeños preocupen… en ese caso lo aconsejable será acudir a los profesionales oportunos al caso para que puedan dotar de las herramientas adecuadas para afrontar lo novedoso e “impactante” de la situación.

Fuentes: López, F. (2005). La educación sexual de los hijos. Madrid: Pirámide., Ortiz, M. J., Sánchez, F. L., Rebollo, M. J. F., & Etxebarria, I. (2014). Desarrollo afectivo y social. Ediciones Pirámide., www.clubdemalasmadres.com , www.caib.es

Escrito por: Maite Nieto Parejo

6 formas de mitigar el Síndrome del Impostor

Cuando se hace psicoterapia, es sorprendente lo habitual que es escuchar que la gente no cree en sus propios logros. El síndrome del impostor está muy presente. Además, cuando se confronta este pensamiento con hechos probados y reconocidos, normalmente las personas que sienten y piensan así de sí mismas no hacen más que sentirse aún más inseguras y negar lo evidente. Incluso, en ocasiones, reconocen lo evidente pero como si en ellos fuera mentira. «Sí, tengo un máster y me acaban de ascender en mi trabajo, pero ya se darán cuenta todos de que no me lo merezco». Además, esto se hace más potente cuanto más reconocimientos se les otorgan.

Foto extraída de ucsc.cl

Estas sensaciones aparecen en personas muy diferentes, desde médicos a oficinistas o personas sin un trabajo remunerado dedicadas al cuidado. Sí es cierto que ha sido más estudiado en mujeres que en hombres, y aparece más cuando tenemos un autoprejuicio activo sobre quién somos. Si, por ejemplo, los prejuicios, de forma poco consciente, te hacen ver que las mujeres no son profesionales de éxito y tú eres una mujer, es más probable que sientas esta sensación de fraude, de inadecuación. Esto ocurre así con el síndrome del impostor en minorías sometidas a prejuicio como las personas racializadas.

Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿cómo pueden personas competentes, formadas e inteligentes, estar tan distorsionadas en su autoconcepto? 

Una de las variables que pueden estar influyendo en esta forma de vernos a nosotros mismos, es debido a la absoluta verdad que tenemos sobre nuestra interioridad. Es imposible no estar al día de nuestras propias vulnerabilidades. Sobre nosotros mismos, conocemos las dudas, los miedos, las cosas que hacemos de forma insegura. Sin embargo, sobre los otros, esto se observa de otro modo. En una sociedad como la actual, en la que las redes sociales muestran todas las partes positivas de los demás, sus logros, sus actividades son siempre divertidas, su imagen está habitualmente impecable o con el filtro correcto… 

De esta forma, es fácil ver que por mucho que consigamos, nuestro yo interior es mucho más débil, más vulnerable y de algún modo, menos magnífico que lo que se termina por proyectar hacia los otros. En esa brecha, esa distancia desde nuestro yo interior, que solemos ocultar y lo que los demás ven de nosotros, es fácil pensar que estamos mintiendo a todo el mundo al ocultar nuestras debilidades. De alguna forma, la sensación de ser un fraude se instaura cuando tenemos también que ocultar nuestras inseguridades.

Si bien es complicado dejar de tener en ocasiones una sensación así, sí es posible mitigar el llamado “síndrome del impostor”, con estas formas de abordarlo:

1. Habla con un superior, con alguien a quien respetes en el área donde te sientes como un impostor sobre que tienes estos sentimientos.

Un mentor puede hacerte ver las áreas en las que te sientes más inseguro o insegura, puede guiarte en los puntos más complicados de la tarea que te hace sentirte un impostor y puede darte un feedback adecuado sobre tu competencia, más fiable de lo que percibes internamente.

2. Presta atención a tu habla interna, para considerar si la forma de hablarte a ti mismo es empoderadora o inhabilitante.

Si habitualmente te dices a ti mismo “estoy en esta posición por casualidad-porque trabajo mucho-por que le he caído bien a…” en lugar de “estoy en esta posición por mi competencia”, estás delante del habla interna de una persona con síndrome del impostor. Estas autoverbalizaciones sólo llevan a autosabotearte en lugar de llevarte a un mejor desarrollo en este área. Lo ideal sería que te pudieras decir a ti mismo “¿qué puedo ofrecer yo en este puesto?”

3. Haz una lista de tus fortalezas

Puedes buscar cosas en las que efectivamente sientas que aportas, así como las cualidades que tienes, lo que sí consigues todos los días. Si esta lista te es complicada, puedes preguntar a otros sobre estas habilidades o cualidades. Ten en cuenta que las personas tienden a sobreestimar sus habilidades y competencias, mientras que que alguien con el síndrome del impostor tiende a infravalorarlas.

4. Acepta que la perfección no existe a ningún nivel

El perfeccionismo es una característica de las personas que sufren el síndrome del impostor. Es importante conseguir reconocer en uno mismo que las cosas perfectas no existen, del mismo modo que es imposible vivir sin cometer errores, más grandes o más pequeños.

5. Reconoce los momentos de tu desarrollo, en cualquier área de la vida (trabajo, familia, ocio…) en los que es necesario llevar aprendizajes nuevos y por tanto no es posible ser experto en ese momento.

A lo largo de la vida es normal que existan momentos en los que es necesario completar de nuevo alguna curva de aprendizaje en alguna habilidad. Es bueno que puedas ser honesto contigo mismo, reconocer qué sabes hacer y qué no, de modo que te veas a ti mismo en ocasiones como un aprendiz en lugar de como un experto en todo. 

6. Aprende a manejarte en la incertidumbre, así como a moverte a pesar del miedo.

Cualquiera de las anteriores proposiciones, es fácil que lleven o bien a una sensación de aumento de la incertidumbre, lo que llevará a un mayor miedo para afrontar algunas de las nuevas situaciones, incluido el dejar de necesitar ser perfecto, o sentirse un aprendiz. Ya sea si estás intentando afrontar el síndrome del impostor, o en otras circunstancias de la vida, saber navegar en la incertidumbre es muy importante, así como seguir haciendo las cosas a pesar del miedo, es lo que finalmente nos lleva a superarlo y comenzar a sentir un aumento de nuestra competencia.

Aunque no se disponen de cifras, ya que el síndrome del impostor no es en sí mismo una categoría diagnóstica, sí podemos hablar de un conjunto de características que suelen aparecer unidas y que pueden paliarse con los anteriores abordajes. ¡Busca la forma de cambiarlo para encontrarte mejor y más adecuado a tus propios logros!

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Fuentes: psychologytoday.com
Sherman, R. O. (2013). Imposter syndrome: When you feel like you’re faking it. Am Nurse Today, 8(5), 57-8.

Cómo poner en palabras nuestras emociones nos calma y alienta: un estudio con Twitter

En la práctica clínica, muchas veces nos encontramos un miedo frecuente entre los pacientes que acuden por primera vez a consulta. No sólo creen que vamos a revelarles secretos que van a descompensarles por completo y desestructurar su vida, también piensan que verbalizar y poner palabras a lo que sienten les va a resultar fatal. Nada más alejado de la realidad. Convertir nuestros sentimientos o emociones en palabras, ya sea escribiendo o verbalizándolos en voz alta, el llamado “etiquetado afectivo”, permite comprender y darnos cuenta de lo que nos pasa, a la vez que alivia nuestra ansiedad y estado de ánimo y reduce la intensidad de nuestras emociones.

Diversos estudios han confirmado la importancia de esta técnica en la autorregulación emocional, comparándola con la reestructuración cognitiva (reformular nuestros pensamientos automáticos hacia otros más funcionales y adaptativos) para el trabajo cognitivo. Efectivamente, el impacto de poner una (o varias palabras) frena en buena medida el efecto de nuestras emociones (no expresadas) en nuestro cuerpo, disminuyendo nuestra propia reactividad ante ellas. Nace de la idea popularmente arraigada que es mejor evitar e ignorar nuestras emociones, creyendo que nos van a nublar nuestro sentido común o que todo nuestro pensamiento mutará a algo irracional, cuando muchos de nuestros pensamientos pueden tener esa cualidad por sí misma. Para ponerlo en práctica se recomienda no utilizar palabras técnicas o esperar grandes parlamentos si no más bien utilizar nuestras propias palabras para describir y detallar nuestra experiencia.  Con el calor de momento, es mejor solo rotular y definir con pocas palabras lo que sentimos (“estoy muy enfadado”, “me molesta enormemente esto”…), pero para profundizar y entender mejor, esto ha de extenderse a varios días después del acontecimiento emocional intenso para que sea la propia persona quién genere y se explique la realidad, y haya una verdadera expresión y desahogo.

Para ver los efectos de esta capacidad fuera del ámbito experimental, un grupo de investigación liderado por Rui Fan y colaboradores estudiaron un millar de estados en twitter para saber cuándo se expresaban y encontraron que al expresar sus sentimientos y emociones, la intensidad emocional disminuyó rápidamente, concluyendo que el etiquetado emocional afecta a la experiencia emocional.

Fan, con la utilización de un algoritmo para verificar el estado emocional, aplicó a Twitter para ver las seis horas precedentes a ese estado y las series horas siguientes al estado emocional, analizando tanto los estados positivos como los estados emocionales displacenteros. Los twitters que investigaron  empezaban todos con un “Yo siento que…”. Los resultados ofrecen que tras un tweet emocional, tanto los estados emocionales positivos y negativos aumentaron. En promedio, los estados positivos perduraron más tiempo (94 minutos versus 85) y se vio que ambos estados emocionales experimentaron el pico más alto en la verbalización emocional, seguido de una calma progresiva. En los estados emocionales displacenteros (dolorosos), antes de llegar a la verbalización real del estado se vió un amento del malestar, largo y gradual, que se calmaba una vez la persona tuiteaba su estado emocional real.

En el estudio, también se diferenció por género, encontrando una mejora considerable y significativa en el caso de las mujeres, especialmente para las emociones dolorosas. Y no porque no fuera eficaz para los hombres, sino por una mayor utilización de las mujeres de la expresión emocional. Por otro, no dejemos de olvidar algunas limitaciones del estudio, como que no podemos obviar que no necesariamente lo que ponemos en redes refleja realmente nuestro sentir real. También que no se ha estudiado dentro de un ámbito experimental, con lo que las conclusiones han de verse con precaución. Y también, que no se ha contado con una modalidad de comparación.

En cualquier caso, se reconocen los hallazgos de este estudio, por ser uno de los primeros en trabajar el etiquetado emocional en contextos reales, no sólo estudiando el efecto de las emociones dolorosas sino también como ejemplo para mostrar que verbalizar nuestra alegría puede potenciar dicha vivencia en nuestro organismo (versus el alivio que supone verbalizar nuestro dolor) y supone una pica para estudiar otros efectos experimentales como “la conversión simbólica”, o la distancia emocional que surge al traducir lo que sentimos en palabras. Reforzando, por tanto, la importancia de decir cómo nos sentimos, tanto en momentos de felicidad como en situaciones de tristeza, dando presencia y validez a nuestro rico y cambiante mundo emocional. Así que ya sabéis, ¡a expresar!

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuentes: Psych Central, Research Digest

Todo Lo Que Hay En Un Abrazo

Los abrazos, ese gran gesto (habitualmente social) cada vez menos generalizado por el miedo al contacto inapropiado y relegados por tanto al ámbito de la intimidad, objeto de numerosos estudios científicos los cuales han aportado interesantes datos acerca de sus beneficios en nuestra salud física y mental, son los protagonistas de nuestro blog de hoy.

Imagen extraída de https://www.triskelate.com/

TIPOS DE ABRAZOS

Cuando hablamos de “abrazo” se genera rápidamente una imagen mental en nosotros, ¿verdad? El abrazo clásico, sí, el de toda la vida: personas que se rodean con ambos brazos, poco contacto visual, cuerpos pegados, cabezas una al lado de la otra, …

¿Pero os habéis parado a pensar que también hay distintos tipos, con lenguaje corporal diferente, según la función que cumplen o el modo en el que se dan? 

Principalmente diferenciamos unos abrazos de otros según la fuente o persona que nos los aportan. Sin embargo, tal vez existen tantos tipos de abrazos como culturas y subculturas haya, con distintos significados no verbales cada uno de ellos: habitualmente son muestra de intimidad y confianza, otras veces se utilizan a modo de saludo pero el lenguaje corporal transmite que no se está cómodo con la situación, están los que van acompañados de palmaditas en la espalda como signo de aprobación, otros nos permiten realizar a la par tareas mientras nos abrazamos (caminar por la calle junto a alguien, por ejemplo), los que se dan “desde la distancia” con los dos miembros manteniendo sus cuerpos alejados un par de pasos porque no hay aún la suficiente confianza, los abrazos efusivos de despedidas o reencuentros de un ser querido e incluso los hay que pueden ser el preludio de un momento sensual en pareja (los abrazos asimétricos, en los que uno está sentado y otro de pie y se llegan al nivel de la cintura); así como un largo etcétera más.

Sin duda nuestro preferido es el “abrazo cruzado”. En esencia sería igual que el clásico que comentamos antes, pero habría una pequeña particularidad que marcaría la diferencia: en lugar de rodearnos con ambos brazos justo de frente giramos ligeramente el cuerpo o pecho, intentando cuadrar corazón con corazón, si se respira hondo y dicho abrazo se alarga durante más de un par de segundos se disfruta mucho más y se ha comprobado que es un buen liberador de tensiones y mantenido en el tiempo consigue acompasar nuestro ritmo cardíaco ligeramente al del otro a parte de generar profundos sentimientos de intimidad y sintonía.

No obstante, con esta breve reseña nos parece incluso más relevante el destacar la infinidad de beneficios físicos y psicológicos que en sí contienen los abrazos, por eso nuestro objetivo será desgranar algunos de ellos con el fin de derribar todas aquellas barreras corporales y mentales que impiden que abraces más en tu día a día.

MIL Y UN BENEFICIOS FÍSICOS Y MENTALES DE DAR Y RECIBIR ABRAZOS

  • Fomenta el sentido del tacto, ese gran olvidado en pos del resto de nuestros 5 sentidos, como la vista o el oído por ejemplo. El tacto es mucho más relevante de lo que se imagina, ya que a parte de que nos ayuda a centrarnos en el momento presente tiene un gran y positivo impacto en la salud mental y en el desarrollo.

En cuanto a su relevancia en el desarrollo evolutivo, el tacto forma parte de la génesis del vínculo del apego (un conjunto de conductas y emociones interpersonales especialmente importantes en nuestros primeros meses de vida): en los primeros experimentos que Harry Harlow hizo con monos en sus investigaciones sobre la Teoría del Apego se comprobó que una mayor cercanía táctil de la mamá mono o de un mono construido artificialmente, con un material más jugosito y que aportaba más calor (felpa), por contra del metal (frío al tacto), generaba un vínculo más cercano, lo que en último término influía en el desarrollo evolutivo general del mono infante. Posteriormente, los datos que aportó el psicólogo estadounidense se han corroborado con otros recogidos en multitud de orfanatos: los niños que recibieron alimentos pero no fueron abrazados tuvieron un retraso significativo en el desarrollo tanto físico como socioemocional acompañado de cerebros más pequeños (menos desarrollados). Esto significa que el contacto físico no solo es crítico para el comportamiento de estos niños a medida que crecen, sino también para el desarrollo sus cerebros, algo que también se ha observado en animales sometidos a aislamiento social.

Que el apego construido con los progenitores sea el más importante, por los patrones aprendidos que tenderán a repetirse a lo largo de la vida adulta en cuanto a la forma de vincularnos y las expectativas de lo que podemos esperar de los demás, no significa que no creemos más vínculos de apego a lo largo de nuestra existencia: pareja y amigos serán los otros contextos por excelencia donde nos apegamos, y por tanto, los abrazos serán un reforzador fantástico para que dichas vinculaciones sean de calidad (también en la vida adulta).

Como ejemplo específico de la importancia de los abrazos y el contacto físico en la vida cotidiana, y en particular en la crianza de recién nacidos estaría la Teoría del Bonding, derivada de la Teoría del Apego desarrollada por el psicólogo John Bowlby,  consistente en portear al bebé pegado al cuerpo desde que nace y favorecer lo máximo posible ese “piel con piel” para conseguir un desarrollo psicosocial y emocional saludable y positivo.

  • Derivado de todo lo anterior se extrae que los abrazos a su vez son reforzadores de vínculos afectivos que ya forman parte de nuestra vida: son muestra de cercanía, de que somos importantes para el otro, de afecto, apoyo, cariño, de que se preocupan por nosotros, etc…

Por el contrario, una escasez de este contacto táctil reforzante podría derivar en un patrón de comportamiento más arisco en general, incluso algunos datos obtenidos en 1999 entre dos grupos de estudio (París-Miami) muestran que dicho comportamiento podría ser más agresivo en particular.

  • Los abrazos ayudan a romper barreras de soledad ya que reciben, acogen, apoyan y sustentan. También son una forma de disfrutar de tiempo agradable con nosotros mismos cuando somos el aportador y recibidor del abrazo, es decir, cuando nos autoabrazamos.
  • Sirven de sustento o soporte en momentos vitales difíciles: si bien el problema no se termina en el momento justo del abrazo, sí que con él se disiparará la tensión que dicha situación está desencadenando. Después, será mucho más fácil poder poner en marcha algún plan de acción que esté dentro de nuestro repertorio como solución a la problemática que se nos presenta.
  • Asimismo, los abrazos pueden ser un modo efectivo de control de emociones que podríamos pensar son totalmente lo contrario a ellos, dicho con otras palabras,un modo eficaz de “parar paradójico”: por ejemplo, cuando un niño pequeño está muy enfadado, fuera de sí y con escasas herramientas para digerir o controlar la emoción, si probamos a darle un abrazo fuerte lo que seguramente comprobemos es que por una parte la emoción se contiene y, por otra, consigue un efecto ansiolítico en el pequeño, es decir, consigue carmarle/tranquilizarle y reorientarle en la situación.
  • Cuando nos abrazan y abrazamos (¡también podemos abrazarnos a nosotros mismos!) se segregan multitud de sustancias bioquímicas en nuestro cuerpo: oxitocina, opioides endógenos (como las endorfinas), serotonina, dopamina,… en general todas ellas responsables de sensaciones de bienestar, relajación, placer, atenuación del dolor y elevación del estado de ánimo. 

De las anteriores podríamos destacar la oxitocina u “hormona del amor”, protagonista en otras situaciones de contacto físico placenteras como serían la experimentación de los orgasmos. 

Se ha demostrado científicamente que dicho neuroquímico también hace su aparición estelar tras el parto para conseguir revertir los dolores derivados de él a cambio de desencadenar toda una gama de reacciones y sentimientos afectivos hacia el bebé: ganas de acariciarlo, achucharlo, besarlo y protegerlo. En un momento en el que la madre no lo está pasando del todo bien la oxitocina impide una reacción de lo más esperable que impediría la supervivencia del recién nacido: ignorarlo y/o no protegerlo, frente a los sentimientos de confianza, cuidado y calma que tienen lugar finalmente.

Asimismo esta “hormona de los abrazos” afecta a la bioquímica interviniente en el estado anímico, ya que contribuye a una mayor producción de serotonina y dopamina.

¡Y eso no es todo! Por si fuera poco, y en relación con el por qué está justificado abrazar en situaciones aversivas, además se encontró que cuando aumenta la oxitocina se atenúan los niveles de cortisol, conocido también como “hormona del estrés” y que incrementa su presencia sobre todo en situaciones de “peligro” o que nos dan miedo (casos de fobias en el extremo del continuum). La disminución de cortisol se traduciría en un descenso de la presión arterial, con la consiguiente sensación de relajación. El reequilibrio anteriormente explicado impediría en último término que un estrés mantenido en el tiempo dé al traste con nuestro sistema inmune, lo que indirectamente a su vez nos permitirá disfrutar de un mejor estado de salud físico y mental.

  • Cuando nos abrazan nos aportan confianza y autoseguridad: la liberación de oxitocina es un excelente antídoto contra los miedos y fobias sociales. En otras palabras, si estás en una situación social que te provoca temor probablemente un abrazo de alguien que en ese momento tengas cerca te reconfortará y te hará pasar el mal trago más holgadamente.
  • Abrazos como elíxir de la juventud: al disminuir la presión arterial se consigue una mejor circulación sanguínea. Que nuestro cuerpo esté más oxigenado en general hará que los tejidos y la piel luzcan más jóvenes.

Después de este post esperamos que tus ganas de abrazar, ser abrazado y abrazarte a ti mismo hayan subido como la espuma. Implántalo a modo de saludo habitual con seres queridos y disfruta de un “autoabrazo” cuando estés pasando por una situación delicada, para quererte más o simplemente como manera de disfrute del tiempo de desconexión.

También, si ves a alguien con un letrero de “abrazos gratis” no dudes en dárselo, ya que posiblemente sea una de las mejores medicinas naturales que tenemos a nuestra disposición: nos hace sentirnos más positivos en nuestro estilo de afrontamiento de las situaciones del día a día y hace que las reacciones negativas ante conflictos interpersonales sean menos graves. 

Y para terminar, como no…. ¡Un fuerte abrazo!

Fuentes: Rosenzweig, M. R., Aliaga, E., Leiman, A. L., & Pérez Pamies, M. (1992). Psicología fisiológica. McGraw-Hill Interamericana,.

 www.psychologytoday.com , www.psicologiaymente.com 

Escrito por: Maite Nieto Parejo

La Importancia de un Buen Hobby

 

Extraído de www.tusbuenosmomentos.com
Extraído de www.tusbuenosmomentos.com

En esta época de jornadas laborales maratonianas y equilibrios en nuestra agenda (para nuestra pareja, amigos, familia, actividades agradables y algo de descanso) invertir tiempo en nuestro ocio puede suponer una ventaja considerable y un factor protector que incide positivamente incluso en la forma en la que realizamos nuestro trabajo diario. Descansar mentalmente tiene la misma importancia que descansar físicamente, y encontrar actividades que lo favorezcan no siempre es tarea fácil. Operativizarlo ayuda a concretar a que nos referimos: el ocio es una actividad que no busca una finalidad económica ni productiva. El tiempo que le dedicamos es personal y tiene que estar fuera de tu horario profesional. Puede buscar tanto un enriquecimiento personal como descansar, divertirse y sentirse relajado. Puede ser una actividad solitaria o social; la cuestión es no sentir presión por hacerlo y que genere bienestar.

Pero, ¿vale cualquier tipo de actividad agradable o ha de ser una actividad específica? Un grupo de investigación se puso manos a la obra y decidió examinar qué tipo de actividades de ocio pueden repercutir positivamente en todas estas variables. El grupo contó con un grupo de 129 sujetos con varios pases de prueba de 7 meses, donde se comprobó si realmente los sujetos realizaban el ocio cómo ellos decían y si esto afecto positivamente a su desempeño laboral. En primer lugar, definió un constructo denominado “seriedad”, que hace referencia a la cantidad y cualidad de implicación con la que realizamos la tarea de ocio. Es decir, según esto, se puntuaría más alto en seriedad cuanto mayor implicación, frecuencia y rutina se tenga con la actividad de ocio, pudiéndose ser tanto ir al gimnasio, como pintar óleo, tocar guitarra o hacer cursos de escritura. De otro, se midió cuán diferente es la actividad de ocio con respecto a las tareas que habitualmente desempeñas en tu trabajo. De este modo, las personas podemos realizar tareas que no distan mucho de lo que hacemos en el trabajo, o bien ser completamente diferentes.

Así, el grupo tenía una puntuación que medía su nivel de implicación con las actividades de ocio y si éste era parecido a lo que hacían en el trabajo. A lo largo de los siete meses, volvían a evaluar al mismo grupo, y se les pidió que dijeran cuántas veces realizaban dichas actividades a la semana, cuanta sensación de eficacia en el trabajo habían experimentado y una escala de resistencia al trabajo. Los resultados fueron prometedores: los investigadores descubrieron que los participantes que pasaban más tiempo realizando actividades de ocio, experimentaban además una mayor sensación de autoeficacia en su desempeño laboral. Pero este efecto solo se producía si mostraban mucha seriedad y si el ocio era muy diferente a lo que hacían en el trabajo. Si era muy similar, el efecto era el contrario y los niveles de eficacia en el trabajo disminuían. La hipótesis de los investigadores era sencilla: las tareas diferentes a la tarea laboral ejercían una verdadera desconexión y permitían reponer recursos y hacer después frente a las distintas demandas del ambiente. Las muy similares hacían un efecto de sobrecarga: interfiriendo en la actividad laboral y haciendo incapaz el desempeño habitual. Aún así, los resultados no ofrecen datos acerca de la dirección del efecto, pues no se dice realmente si es el tipo de trabajo quien influye en el tipo de ocio que practicas. De cualquier modo, para cualquier empresa es importante que sus trabajadores inviertan tiempo en su ocio, permite unos trabajadores motivados, descansados y con garantía de que puedan realizar el trabajo adecuadamente.

Además de los descritos por el estudio, no podemos olvidar los efectos de practicar un hobby son variados y permiten el desarrollo de diferentes esferas personales. Entre ellas, aumenta la confianza en uno mismo (al desarrollar la tarea en entornos controlados, viendo un progreso en la destreza o actividad elegida), el alivio de estrés (al hacer una actividad que produce reacciones diferentes contrarias al estrés), evita que pasemos nuestro tiempo preocupándonos (la inactividad provoca un gran numero de rumiaciones, que el estar “sin hacer nada” se hacen más visibles con el riesgo de “engancharnos” a ellos) y ayuda a que emerjan cualidades inesperadas o que hace mucho las habíamos olvidado. Todas ellos beneficios imprescindibles para nuestro bienestar y desempeño diario.

Así, buscar una actividad (o actividades) con las que enriquecer tu tiempo libre es siempre tiempo bien invertido. Es parte del autocuidado e implica el desarrollo de capacidades en un ambiente donde la actividad en sí es la meta y el disfrute el mayor de los regalos. ¿No es eso realmente algo muy productivo?

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: Rsearch Digest.

Cuando criar desgasta: ¿Qué es el «burnout» parental?

Cuando escuchamos hablar de burnout, o síndrome de estar quemado, generalmente lo asociamos al ámbito laboral, y lo cierto que es en este contexto donde se comenzó a usar el término al observar una serie de reacciones similares en trabajadores bajo condiciones adversas en el trabajo.

Sin embargo, recientemente se han realizado investigaciones que sugieren que en el contexto de la crianza de un hijo se pueden dar estas mismas condiciones y por lo tanto en ocasiones se puede dar un acusado burnout en madres y padres durante el proceso de crianza, con el estrés diario que ésta puede producir.

El burnout parental tiene tres características principales.

1. Agotamiento físico y emocional.
2. Distanciamiento emocional del hijo.
3. Sentimiento de incompetencia en el rol de padre o madre.

En ocasiones es difícil distinguir entre el burnout parental y la depresión postparto, ya que ambos tienen esas sensaciones de fatiga y falta de energía en común, pero es importante destacar el factor temporal. En el burnout parental, estas sensaciones aparecen más tarde, sobre el año o más del hijo. Además, cuando se trata de burnout, el desánimo se relaciona más directamente con el niño o con el rol de padre o madre y las tareas relacionadas y no aparece en otros contextos de la vida de la madre o el padre.

Hay situaciones en las que puedes reconocer que lo estás experimentando, como por ejemplo:

– Te sientes más irritable de lo habitual y tu tolerancia a la frustración es menor.
– Estás agotada.
– No eres capaz de recordar la última vez que hiciste algo no relacionado con tus hijos.
– Piensas que tu hijo está haciendo algo con el propósito de molestarte (cuando no es capaz).
– Desearías tener más tiempo para ti.
– No recuerdas bien quién eres como persona individual.
– Si tienes un momento para ti, no sabes muy bien qué hacer con ese tiempo.
– Te sientes obligada a decir que estás feliz el 100% de las veces.
– Te sientes culpable por tener estos sentimientos.

foto extraída de news.yahoo.com
foto extraída de news.yahoo.com

Esto es preocupante ya que se ha observado que este tipo de burnout puede producir consecuencias graves tanto en los padres y madres como en el hijo, aumentando la negligencia parental, el daño y los pensamientos de escape.

La investigadora principal, Moira Mikolajczak, explica cómo se produce este estrés parental. “En el contexto cultural actual, hay mucha presión sobre los padres, pero ser un padre o madre perfecto es imposible, y tratar de alcanzar este objetivo puede llevarnos al agotamiento. Nuestras investigaciones sugieren que lo que sea que cada padre haga para recargar las pilas y evitar este agotamiento es bueno para los hijos también.”

En el contexto clínico es habitual encontrarse con buenos padres y madres que terminan por agotarse y en un momento dado dejan de hacer lo mejor para sus hijos debido a esto. Esta autora y su equipo investigaron a 2068 padres y madres que realizaron una encuesta sobre burnout y comportamientos durante la crianza. Además, ya que se trata de un tema suficientemente sensible, se incluyeron ítems en la encuesta que medían cuanta deseabilidad social tenía el participante. Encontraron que efectivamente, cuanto más agotamiento aparecía por la necesidad de hacerlo excesivamente bien, más ideación de escape, más violencia y negligencia parental aparecían.

Teniendo en cuenta que se estima que un 14% de los padres y madres (muy especialmente ellas) desarrollarán este tipo de síndrome de burnout parental, observando las consecuencias que acarrea, así como las características que lo definen, es importante que vigilemos si nosotras o alguien de nuestro alrededor está cerca de desarrollarlo, ya que es importante, tanto para la madre o padre como para el niño, que se aprenda a recargar esas pilas y combatir este burnout.

Fuentes:

Psychcentral.com, the mindfulmom.com.

Hubert, S., & Aujoulat, I. (2018). Parental Burnout: When Exhausted Mothers Open Up. Frontiers in psychology, 9, 1021. doi:10.3389/fpsyg.2018.01021

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Y la depresión entró en nuestra relación

Extraído de https://www.mindbodygreen.com
Extraído de https://www.mindbodygreen.com

La depresión es uno de los trastornos psicológicos más frecuentes en nuestros días, y no es de extrañar que el impacto en las vidas de las personas que lo sufren se extienda no solamente a los propios afectados, también a su círculo más cercano (pareja, amigos y la familia). En esa circunstancia, tanto el paciente como su pareja han de pasar por un proceso de adaptación mutua para que la unión entre ambos no se resienta, a la vez que funcione como un apoyo para el afrontamiento y la superación de los problemas psicológicos.

En las primeras fases, es normal que experimentemos muchas dudas sobre cómo comportarnos en episodios de tristeza y se tienda a una respuesta de sobreprotección sobre el afectado, intentando en muchas ocasiones solucionar sus problemas, prestando una atención continuada y no dejándola sola. Sin querer estamos reforzando el circulo vicioso propio de la depresión: le ayudamos en acciones que no necesita y la volvemos más dependiente y pasiva, cuando es exactamente eso lo que es contraproducente para ella. Por ello, tan importante es acudir a un especialista que atienda a las necesidades del paciente identificado como la posibilidad de que pueda orientarnos para no caer en actitudes que pueden empeorar el problema. Es aquí cuando podemos hacer muchos cambios, entre los que se encontraría:

  1.  Mostrarse cercanos y disponibles. Cuando alguien está deprimido, entiende que tiene muchos problemas que solucionar pero no se siente capaz de solucionarlos. Poder puede, pero todavía no está en ese momento para hacerlo. Por eso se hace más útil escucharles y acompañarles (no se necesitan grandes palabras) no tanto en aportar soluciones o expresar situaciones similares que has vivido. Si tienes dudas, siempre puedes preguntar que quiere o necesita. En esta situación tu también puedes expresar tus inquietudes: puede ser una oportunidad de comunicación para que ambos entendáis el proceso que estáis pasando.
  2. Crear un lenguaje común. Un buen símil para explicar el comportamiento de la persona deprimida es “La Teoría de la Cuchara”, donde se compara la energía disponible que tiene la persona para hacer las tareas cotidianas con el número de cucharadas que hay que tomar para dejar un vaso de yogur vacío. Cada actividad que ha de realizar sólo se pueden reemplazar por un número de cucharadas concretas, después de lo cual la persona deprimida ha de reponer fuerzas y descansar. Esta metáfora nos ayuda a entender a la persona deprimida y crear un lenguaje común donde la persona puede hacer al día una serie de actividades concretas, siendo ambas partes quienes han de definir sus fuerzas, para saber el estado y lo que puede hacer cada uno en cada momento.
  3. Ajuste de expectativas. Ni tu pareja va a mejorar de la noche a la mañana ni tú vas a actuar perfectamente en cada parte del proceso. Aceptar que esto requiere tiempo y que lo necesitáis es saber que el otro está ahí (y mostrarlo con acciones de cuidado) es lo suficiente para quitar presiones y respetar el dolor de cada uno. Frases como “ten calma” o “vamos a cogerlo con fuerzas” resuenan como exigencias en los oídos deprimidos y más vale basarse en mínimos, que paradójicamente pueden ayudar a los siguientes pasos.
  4. Planificar qué hacer cuando se está deprimido. La persona deprimida no estará deprimida siempre y habrá momentos mejores y peores. Decidir como equipo qué hacer “para vivir más fácil esos momentos peores” ayudará a ambas partes a tener control en situaciones desagradables y ajustar la ayuda a las necesidades reales del otro. “Cuando estoy deprimido necesito para estar calmado: dormir, salir a hacer algo tranquilo, caminar, un buen plato de pad thai…” podría ser un buen inicio para comenzar.
  5. Estar abierto a comunicarse, pero también a los silencios. Acompañar a una persona deprimida implica entender que va a necesitar más a veces que la escuchen que qué la hablen. Más que respeten sus tiempos y energías sin sobrecargas. Qué crean en lo que dicen y en sus síntomas, aunque nosotros lo veamos perfectamente solucionable. Qué no digamos tanto, hagamos más. Y qué también le pongamos algunos límites: no siempre podemos estar con ella, al igual que ella necesita sus espacios también. La clave es comunicarse: no a todas horas, sino cuando se esté cerca y se quiera hablar. Lo mejor es preguntar, y respetar el silencio cuando no se quiera hablar.
  6. Prohibido olvidarse de uno mismo. Aunque nuestra pareja esté deprimida, no es bueno sacrificar nuestras relaciones o cuestiones personales. La mejor ayuda es que te mantengas medianamente bien y tranquil@, y encargarte de tu gente, ciertas actividades y tu trabajo te mantendrán recargado y en forma para tu pareja. Evitando también el sobrecoste que supone ayudar a otra persona. Cuídate para cuidar al otro, ni más ni menos.

Todas estas breves recomendaciones son pequeñas casillas de salida para empezar andar pero puntualizando que no sustituyen a un profesional de la psicología y que ha de ser éste quien nos guíe en el proceso de recuperación. Con todo, la recuperación sería más efectiva y nosotros y nuestra pareja resguardados.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuentes: Psych Central, Psychology Today, La mente es Maravillosa, Huffington Post

 

TAREA DE VERANO: (SABER) ABURRIRSE

Imagen extraída de www.cadenaser.com
Imagen extraída de www.cadenaser.com

Llegan las vacaciones estivales y con ellas el gran dilema ¿qué hacemos con tanto tiempo libre? o incluso peor ¿dónde ubicar a los niños para que no se aburran con tantas vacaciones por delante?

Después de la sobreestimulación escolar colocamos el rasero a un nivel semejante, y los niños han de estar ocupados, aprovechando el tiempo. Pero, ¿y si te dijéramos que tal vez sea conveniente que en lugar de coparles la agenda optéis por favorecer la existencia de tiempo libre? La no participación de los padres en ocuparles el tiempo vacacional propiciará que los niños lleguen a aburrirse y desde ese estado de inactivación empiecen a explorar nuevas actividades a las que dedicarse y con ello aparezca el aprendizaje de gestionar u ocupar el tiempo por sí mismos, sin la guía de los adultos. Explícitamente supondrá irles transfiriendo autonomía, y de forma latente les transmitimos que confiamos en su criterio y apoyamos sus gustos e intereses individuales.

El aburrimiento en el siglo XXI está demonizado

Sí, como lo oyes. En general, hoy en día existe una baja tolerancia a aburrirse. En cuanto aparece un período de tiempo de escasa actividad (o de baja estimulación de nuestro sistema nervioso) decimos que nos estamos aburriendo, y de manera casi automática echamos mano a nuestro teléfono móvil o cualquier otro aparato tecnológico; inmediatamente emerge una estimulación externa normalmente bastante activadora que nos distrae. Con los niños podríamos decir que facilitamos que ocurra exactamente lo mismo: móviles, tablets, videoconsolas, etc derriban inmediatamente al temido monstruo del aburrimiento.

A su vez, la tolerancia y costumbre a dicho nivel de estimulación que ofrecen las nuevas tecnologías ha desencadenado que nuestro umbral para llegar a aburrirnos sea actualmente mucho más bajo, lo cual suele vivenciarse como algo desagradable y a evitar rápidamente.

¿Por qué es importante aburrise?

El quedarse momentáneamente en ese aburrimiento propiciaría que tanto niños como adultos nos centráramos en nuestro mundo interior: que demos rienda suelta a la creatividad, la imaginación e incluso a la fantasía.

Asimismo, favorece el estado de motivación idóneo para empezar a hacer cosas (las que quiera que se elijan). Si estamos todo el rato ocupados nunca aparecerá ese aliciente de buscar nuevas tareas a las que dedicarnos, y por tanto esa autosuficiencia de organizar el propio tiempo.

Colateralmente alimenta la capacidad tolerar de frustración, es decir, sobre todos los más pequeños aprenderán que no siempre el entorno les ofrecerá estímulos apetentes y distractores; sino que habrá períodos de menor activación, los cuales, además de necesarios para el descanso de su sistema nervioso, lo serán para que ellos mismos propicien actividades a las que dedicarse.

Todo ello sin olvidar la relevancia de las necesidades biológicas de nuestro cerebro. Pese a que solemos poner el foco en el requisito de estar atentos y/o concentrados (o en los problemas derivados de la falta de atención) se nos olvida otra necesidad bien importante: la desconexión, que permitirá que nuestro cerebro descanse, se oxigene y esté preparado para aquellos momentos en los que sea oportuno centrarse en una tarea de rendimiento. Hacer caso omiso de ello propiciará que nuestro cerebro no se conecte nunca cuando debe, es decir, que en lugar de no hacer nada de vez en cuando esté siempre agotado, de vacaciones, sobrecargado y desconcentrado.

El aburrimiento no es en sí algo negativo, sino que como adultos (y más en la faceta de padres) habrá que ser modelo para poder resignificarlo e inculcar que no es tiempo perdido (o lo que es más, que perder el tiempo es tan necesario como hacer cosas productivas).

Perder el tiempo ha sido una construcción social transmitida como potencialmente negativa, propia de vagos e incompatible con la cultura del esfuerzo, la competitividad, el triunfo (y por ende, de la felicidad): nada más lejos de la realidad. Y es que las mentes más brillantes seguramente dedicaron mucho tiempo a “estar aburridos” hasta que finalmente dieron con algo realmente novedoso. En situaciones de inactivación o improductividad, en los que nuestro cerebro está descansando (o descansado), es cuando será más factible producir algo innovador, ya que no está trabajando en “cualquier cosa”.

O como apunta el psicólogo clínico Juan Cruz, “Si no, ¿qué hacía Newton cuando formuló la Ley de la Gravedad? ¿Acaso no estaba contemplando absorto la naturaleza?”, o lo que es lo mismo… ¡estaba mirando las musarañas!.

Consejos (para niños y adultos) para reconciliarse con el aburrimiento

Has de saber que tan importante es el tiempo productivo como los períodos de “improductividad”, y esto también se aplica a adultos. Tiempo en el que no se hace nada, o al menos nada “productivo”, que también es hacer algo, aunque diferente al patrón de conducta esperado socialmente (tareas de una lista, cosas de provecho o con una finalidad concreta de producir, trabajo, deberes, obligaciones…). Por el contrario, todas aquellas tareas vacías de un contenido más allá del disfrute del descanso serán aconsejables y necesarias, sobre todo después del final del curso escolar (¡o de la jornada laboral!, ya que antes mencionamos que era una tarea pendiente sobre todo en los adultos).

Está claro que quizás no es fácil pasar de 0 a 100 inmediatamente, es decir, que cuesta desconectar y transladarse de la cultura del rendimiento a dedicarnos a “hacer nada”. Afortunadamente es una capacidad que se puede aprender y entrenar.

Las siguientes pautas pueden servirte para ello:

  • Haz una lista con aquellos deseos, retos o experimentos (cuando se refiere a niños siempre acordes a su edad evolutiva y si es necesario, supervisados por un adulto) que siempre hemos tenido en mente pero nunca hemos llevado a cabo. El objetivo será volver a ella y escoger cualquiera de esos items cuando tenemos tiempo libre, o mejor aún, buscando y propiciando el tiempo libre. Leer un bestseller al que le echaste el ojo hace tiempo, colorear (que no es solo tarea de los más pequeños de la casa), tumbarte a escuchar tu música favorita, cocinar un pastel todos juntos o mirar directamente a las musarañas pueden ser algunas de las posibles alternativas, ¡aunque hay miles, personalízalas!
  • Elige un momento en el día (y unos días en el año) en los que hacer nada. Centrados en el momento presente, es decir, sólo y exclusivamente en esa “tarea pasiva”, y no dedicando al mismo tiempo parte de nuestros recursos atencionales  a obligaciones o “tener que” que nos exijan producir. Ese momento extrapolado a los infantes supondrá no tenerlos entretenidos con todo tipo de juguetes y nuevas tecnologías, sino dejarlos por libre; eso facilitará que “no tengan nada que hacer” y ellos mismos propicien el a qué dedicarse en ese momento: hará que investiguen y generen experiencias derivadas de su mundo interior teniendo como elemento común la creatividad.
  • Deja a un lado la competitividad, la vida por y para el trabajo y los prejuicios sociales de ser “personas vagas”. Por contra, te animamos a poner el foco en otras parcelas de tu vida: ocio, aficiones, talentos no fomentados, descanso físico, dar rienda suelta a tu imaginación y mundo interior, etc. Cosas productivas (y mucho, aunque desde otra perspectiva a la que estamos acostumbrados) para la persona más importante en tu vida: Tú.
  • Reserva un espacio (tu espacio) en el que puedas estar solo, tranquilo, en el que nadie interrumpa ese momento que has decidido dedicar a hacer cosas con las que desconectar del acelerado ritmo diario.
  • Y además recuerda: el verano es un momento de flexibilidad. Fomenta que en cierta medida las normas y los horarios de todo el curso se puedan variar ligeramente (siempre sabiendo poner límites), con respecto a los pequeños haya un descanso de deberes, un espacio donde la familia comparta tiempo libre, etc. Descansan los niños sí, pero principalmente ayuda a que descansen los padres.

Así que este verano (y todo el año)… ¡que se aburran los niños! ¡y los adultos!

Escrito por: Maite Nieto Parejo

Fuentes: http://montessoridemetepec.edu.mx , www.lavanguardia.com

EL AUGE DE LAS CASAS DE APUESTA: ¿CASUALIDAD O EVENTO DE RELEVANCIA PSICOLÓGICA?

Imagen extraída de www.diariodeavisos.elespanol.com
Imagen extraída de www.diariodeavisos.elespanol.com

De un tiempo a esta época (posiblemente el hecho en cuestión fue paulatino en los primeros años, transformado en boom recientemente, y en cómputo global ha ido evolucionando sobre todo desde su regulación en el 2013) hemos ido viendo cómo las casas de apuestas (bajo un amplísimo abanico de empresas y sucursales) se han ido instalando en nuestros barrios y nuestro día a día, también las apuestas online han irrumpido en nuestro presente con gran fuerza.

Propiciado de todo esto se ha comprobado que ha habido un repunte con respecto a décadas anteriores en lo que respecta al tanto por ciento poblacional que juega y/o apuesta, así como un aumento de la frecuencia en la que estas conductas se convierten en extremas (en lo que a intensidad y cantidad apostada se refiere) y desadaptativas para la persona, o lo que es lo mismo, que dichas conductas lleguen a convertirse en una adicción también conocido como trastornos del juego o ludopatía, que en muchos de los casos aparece junto con otros trastornos relacionados (concomitantes a la ludopatía) como serían el consumo elevado de alcohol y otras sustancias (tabaco, por ejemplo) ya sea esporádicamente o de igual modo en forma de trastorno así como con otros trastornos del control de impulsos.

¿Dónde se ubican los salones de juego o casas de apuestas, y por qué?

Las casas de apuesta se han convertido en todo un “evento” socioeconómico. No existe una cifra exacta, pero se estima que la cantidad de ellas a lo largo de la geografía nacional en 2017 ascendía a 3000. Una investigación de la Universidad Carlos III concluyó que su número en los últimos dos años, y a día de hoy, habría aumentado la friolera de un 16%; todo apunta a que seguirá aumentando la tendencia. Sólo en Madrid ciudad han aumentado de 47 a 190 locales de apuestas en sólo 5 años.

Su ubicación tampoco se ha dejado al azar… en un primer momento fueron situándose bastante repartidas por la ciudad, congregándose mayoritariamente en avenidas neurálgicas de poblaciones, zonas frecuentes de paso, donde incluso podríamos  encontrarnos varias de ellas de seguido. Sin embargo, los últimos datos señalan que dicha repartición está cambiando, desapareciendo locales en barrios ricos o de clase media-alta a favor del aumento de ellos en barrios obreros o de bajo poder adquisitivo. El factor explicativo único se desconoce, aunque se cree que uno de los factores influyentes es la situación económica de crisis, el tener un trabajo precario o incluso estar en paro. Situaciones económicas desesperadas ante las que el juego “ofrece”  una alternativa fácil de adquirir dinero, aunque luego no sea tal.

Asimismo, el juego online y las apuestas deportivas son independientes de la ubicación, ya que son accesibles 24/7 (las 24 horas, los 7 días de la semana). Permiten realizar un número mayor de apuestas siendo necesarias menores cantidades de dinero (apenas un euro en algunos casos) lo que facilita el acceso a una nueva franja de edad: jóvenes sin trabajo, estudiantes, menores de edad en muchos casos, hecho que debería ponernos en perspectiva con respecto a la problemática que se nos plantea.

Es decir, no se puede obviar la fácil accesibilidad al juego online, para lo que además no existe un control legal y estricto de los menores de edad que llegan a entrar en contacto con el sector del juego. El concepto mental del ludópata que pasa toda una tarde en la máquina tragaperras del bar y que incluso puede haber un consumo elevado de alcohol ha ido dejando paso, sin que la sociedad se percate en exceso de ello, a un perfil de ludópata de corta edad (alrededor de la veintena) que realiza apuestas deportivas diarias y que debido a la facilidad del medio online gran parte del día su dedicación y/o atención están centradas en ello, es decir, jóvenes que con menores cantidades de dinero dedican mucho más tiempo al juego.

¿Qué mecanismos psicológicos son la base del juego patológico o adicción al juego?

El juego patológico se entiende como la pérdida de control sobre juegos de azar en los que se realizan apuestas. Se entiende que existe una primera etapa de ganancias, una segunda donde se juega para mantener el equilibrio entre ganancias y pérdidas y por último, una fase de pérdidas incontroladas. Es decir, finalmente el juego es quien controla a la persona, ya que esta depende totalmente de la adicción, dejando de llevar a cabo intereses y obligaciones que anteriormente tenía lo que a su vez provoca deterioro en sus relaciones sociales, familiares y laborales.

Los mecanismos  psicológicos principales de los juegos de azar son el refuerzo positivo o la aparición de un estímulo positivo/apetecible que hace aumentar la tasa de respuesta, por ejemplo, la ganancia de un premio económico o la satisfacción por haberlo ganado; y el refuerzo negativo o retirada de una estimulación negativa/aversiva para el sujeto, que como el anterior mecanismo también provocará un aumento conductual de apostar, por ejemplo, la desaparición de malestar y preocupación tras recuperar antiguas pérdidas.

Aunque a veces también aparece el castigo (principalmente las pérdidas monetarias), tiene un menor peso. Y es que conjuntamente a los mecanismos de refuerzo anteriormente mencionados la dependencia emocional al juego se termina de conseguir por la existencia de una serie de creencias distorsionadas o distorsiones cognitivas que mantienen el círculo vicioso del juego: falsas expectativas de ganar para recuperar lo perdido y pensamiento mágico e ilusorio que influyen en la toma de decisiones (por ejemplo: estar en racha, “la máquina está caliente”, tener un día de suerte, o en cuanto a las apuestas deportivas saber mucho de un determinado deporte garantiza ganar lo apostado).

La ludopatía se caracteriza también por una falta de control de impulsos; en el caso específico de los menores de edad esto se ve facilitado por la falta de un completo neurodesarrollo o maduración de la zona cerebral específicamente encargada de ello, el lóbulo frontal.

Otros mecanismos presentes en la adicción al juego serían:

1.- La amplia difusión de las máquinas de juego y las apuestas: hoy en día la publicidad del juego y las apuestas en horario protegido, por parte de las grandes estrellas del deporte y en espacios ampliamente visibles (incluso dentro de las mismas competiciones deportivas) provoca una estimulación/provocación persistente y se vende como deseable socialmente. Todo ello sumado a la disponibilidad constante que se tiene con las apuestas online desde el teléfono móvil personal (al que estamos pegados 24/7).

Un nuevo evento totalmente revolucionario, las apuestas deportivas en directo, que llegan a representar el 65´2% del total de apuestas deportivas (el tipo mayoritario actualmente) funcionan según un mecanismo de refuerzo brutal, ya que la activación neurofisiológica bajo la que se realizan es muy alta por el corto intervalo existente entre la apuesta y el resultado. La inmediatez hace que si se gana se interprete como un evento más factible de lo que verdaderamente rige el azar; sin demora, apelando a una nula capacidad de frustración.

2.- La posibilidad de apostar pequeñas cantidades de dinero y ganar mucho en proporción a lo apostado.

3.- Manipular la máquina personalmente (o la apuesta online con un dinero virtual que no observamos cómo va disminuyendo o aumentando) genera una falsa sensación de control sobre la situación.

4.- Más frecuente en las máquinas tipo B (más conocidas como tragaperras) son los estímulos altamente activadores del sistema nervioso central: luces, musiquita estridente (¡incluso el ruido de las monedas cuando se gana un premio! altamente reforzante para que la conducta de juego, bien sea para seguir ganando o para intentar recuperar las pérdidas, se siga manteniendo en el tiempo), dibujos en movimiento… generan una alteración psicofisiológica tal que hará que se facilite la conducta de juego.

El mantenimiento del juego patológico en el tiempo se deberá principalmente, entre otros factores, a parte del intento de recuperar las pérdidas económicas y a la normalización del juego como conducta social.

Las mentiras y el ocultamiento del juego es otra gran característica observable en este trastorno, lo que hace que el entorno cercano a la persona afectada tarde mucho en darse cuenta de la problemática y no pueda intentar dar apoyo/poner remedio.

El auge de las apuestas online: evento de relevancia psicológica.

A modo de conclusión, señalar que los datos existentes sobre la tasa de juego online son bastante inciertos debido al uso privado que cada persona hace de sus dispositivos móviles, lo que dificulta/imposibilita que se pongan en marcha medidas de prevención o programas terapéuticos adecuados. Eso sí, se cree que la tasa podría alcanzar niveles mucho más altos de las que a priori se barajan debido a la minusvaloración de la relevancia que hacen los sujetos implicados acerca de sus propias conductas de juego.

Actualmente el número de ludópatas en España se cifra en torno al medio millón de personas. Se cree que la suma no es del todo real ya que en el juego online no existe ninguna barrera de entrada así como que genera menor disonancia cognitiva a aquellos que lo utilizan como medio para apostar (por lo tanto no se reconoce, y por tanto no se contabiliza).

Para ponerle freno será necesario que de una vez por todas los organismos oportunos pongan el foco de atención en esta problemática tan alarmante y aparte de llevar a cabo los programas de prevención (y tratamiento) oportunos se pudiera llegar a regular y limitar su uso online (o control de acceso real a menores) asimismo como la proliferación descontrolada de salones de juego que está teniendo lugar en los últimos tiempos.

Lanzamos la siguiente pregunta:

 ¿Estamos prevenidos ante esta forma creciente de trastorno psicológico?

Escrito por: Maite Nieto Parejo

Fuentes: “La última apuesta”-  Grupo de periodismo económico de la UCLM (Universidad de Castilla-La Mancha) https://www.youtube.com/watch?v=ytfFhLVFRNs&feature=youtu.be  ,

www.psicologiaymente.com.

El umbral de las palabras: cómo hablar con tus hijos estimula su inteligencia

Extraída de www.todaysparent.com
Extraída de www.todaysparent.com

En la década de los 90 se publicó un importante estudio en EE UU en el que se afirmaba una conclusión cuanto menos controvertida: los niños provenientes de núcleos socio económicos bajos tenían un desarrollo del lenguaje con más deficiencias debido a un “nivel de palabras deficitario”; es decir, en sus casas, los niños de estos estratos socioeconómicos estaban expuestos no solo una menor complejidad del vocabulario emitido por parte de sus padres, sino un menor número total de palabras (unas 1500 palabras menos por hora, un total de 32 millones de palabras menos a la edad de 4 años). Con todo, el estudio recibió múltiples críticas relacionadas con su replicabilidad y su validez, desde que la muestra era muy pequeña (menos de un centenar de familias), la metodología de investigación era demasiado invasiva (los investigadores acudían a las casas de las personas investigadas para observar el número de palabras emitidas, con lo que en muchos contextos podían reducirse las palabras utilizadas por la poca familiarización de tener a un tercero observando las interacciones en casa) o bien las connotaciones raciales del estudio. Todo ello, aún así, ayudó a una importante reflexión a nivel estatal y relacionada con las políticas educativas, necesarias para atajar posibles desigualdades socioeconómicas. Muchas voces argumentaron que los resultados bien podría corregirse con inversión educativa en mejoras de currículo y contenidos en las escuelas, correlacionando la mejora en enseñanza de conocimiento educativo y vocabulario general antes de los 6 años con una posible mejora en este “umbral de palabras”.

De cualquier manera, y por la importancia intrínseca que tendrían unos resultados como los descritos en el estudio, son muchos los estudios a lo largo de los años que han buscado esclarecer la relación entre el lenguaje emitido a los niños con su nivel de desarrollo, dando como resultado el estudio de observación longitudinal más longevo en el entorno familiar, ésta vez con más de cien familias británicas, argumentando como efectivamente el número de palabras correlaciona con sus destrezas cognitivas, aunque sin especificar claramente por qué, y controlando el nivel de penetración en el entorno doméstico para evitar un efecto reactivo en las familias y unos resultados distorsionados.

De esta manera, el equipo de investigadores liderado por Katrina D`Apice, de la Universidad de York, equiparon a 107 familias con dispositivos portátiles que registraron todo el idioma hablado por ellos (por los niños y sus padres)  en tres días. Los registros, de unas 15 horas diarias de lenguaje, se aplicó un software para determinar cuántas palabras pronunciaron los adultos en familia. Para comprobar el nivel cognitivo de los niños, los niños completaron toda una serie de pruebas cognitivas.

Los resultados fueron prometedores. En niveles promedio, se observó que los adultos hablaban un total de 17,800 palabras al día, con una variabilidad considerable. En general, el equipo encontró una relación importante entre el recuento de palabras de los padres con las habilidades cognitivas del niño. Los padres que utilizaban más palabras tendían a mejorar en las pruebas cognitivas, y la riqueza del vocabulario era también mayor cuanto mayor era la riqueza léxica de los padres. “Los hallazgos demuestran y enfatizan la importancia de las experiencias tempranas, especialmente en la utilización del lenguaje, como experiencias dinámicas que cambian y evolucionan con el tiempo, en determinantes ambientales estáticos” y con clara repercusión en nuestra cognición.

Los resultados tienen una naturaleza correlacional; es decir, no se puede separar la causa y el efecto y por tanto la causa no está del todo clara. Entre las posibles explicaciones, está que una mayor exposición al lenguaje fomenta un mayor desarrollo de la inteligencia. O al revés, que notar que tus hijos son más despiertos fomenta mayor estimulación lingüística por parte de los padres. O incluso explicaciones genéticas: como factores genéticos compartidos influyen tanto en el lenguaje de los niños como en las habilidades cognitivas de los niños. Queda ver si los resultados pueden generalizarse. La mayor parte de la muestra pertenecía a familias de padres casados, con nivel socioeconómico medio alto y con título universitario.

De cualquier manera, los resultados pueden resultar un precedente tanto para el uso de grabación discretos y software de procesamiento automático (y así tener resultados lo más ecológicos posibles) como en la importancia de la implicación parental en la educación de sus hijos y lo fundamental que resulta que las políticas educativas aporten y dediquen una importancia capital al nivel de vocabulario y cultura precoz en los niños, sin importar el estrato social.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuente: Research Digest (The British Psicological Society)